La revitalización rural debe centrarse en los problemas prácticos

Desde su anuncio, la estrategia de revitalización rural se convirtió en foco nacional. A medida que crecen las expectativas y se prepara el impulso, es clave pensar en los posibles problemas de ejecución y prevenirlos con antelación.
La revitalización rural exige esfuerzo sostenido. Las tareas deben continuar año tras año; mejor avanzar con constancia que buscar victorias de un solo golpe. El dictamen de enero de 2018 apuntaba a «progresos importantes para 2020» con marco y políticas básicas. Comprimir una transformación nacional en tres años arriesga a la prisa. Bajo capas de objetivos y presión por resultados, los gobiernos locales pueden impulsar «proyectos de imagen» y olvidar la esencia. Que el plan pase a 2018–2022 —cinco años en lugar de tres— ayuda a frenar los excesos.
El mercado debe liderar y el gobierno orientar. El primero de los «veinte caracteres» es «industria próspera». No se trata de contar parques o «complejos pastorales», sino de la calidad del tejido productivo, su impacto en el empleo y el nivel de vida campesino. El verdadero conocimiento del mercado está en las empresas que sobreviven mejorando; deben ser actores principales. El gobierno ha de actuar más como «conserje» de servicio que como «dueño» del negocio. Lección del «nogal antipobreza»: se repartieron plantones, montes llenos de árboles; años después, muchos se talaron. Unos pocos nogales por hogar no crean industria; ya crecidos, sombrean los cultivos. Es un fracaso típico del Estado supliendo al mercado. También hay que «guiar» para evitar daños ecológicos y derivas —como «complejos pastorales» que se vuelven inmobiliarios— y actuar a tiempo.
La estrategia debe promover la integración urbano‑rural. Distinguir agricultura (industria) y campo (espacio). La agricultura, como industria y servicios, crea valor social. «Industria próspera» no es atar a los «campesinos» definidos por el hukou a su lugar, sino desarrollar la agricultura con lógica industrial, convertir a los dispuestos en «agricultores profesionales», haciendo de «campesino» un oficio y no un estatus. Los productores agrícolas pueden vivir en la ciudad; los urbanos, disfrutar la vida rural. El campo bello es hogar espiritual compartido; la ciudad presta servicios cotidianos. La mayoría vivirá en ciudades; una minoría quedará en el campo para la agricultura moderna. Urbanización e integración son imparables. La estrategia debe facilitar la ciudadanización de la población transferida del agro, no retener a más gente en el campo. El patrón espacial futuro combinará ciudades medianas y grandes, «aldeas‑centro» renovadas, barrios‑aldea reurbanizados y aldeas naturales: múltiples capas de un espacio integrado.
Publicado el: 10 de sep de 2025 · Modificado el: 10 de sep de 2025